El 16 de Agosto fue el Gran Día!! En esa fecha se consolidaba eclesiásticamente mi unión con Mafe, y desde entonces empezamos a formar una familia.
La boda fue un evento gastronómico en sí mismo, pasapalos iban y venían, por aquí o por allá, quesos de todo tipo, berenjenas y pimentones de la Nonna, dulces y chocolates de la Sra. Leida; cada cosa con un sabor exquisito, que estimulo el paladar de todos los presentes.
Entre la emoción, los bailes, las fotos y demás; a Mafe y a mí se nos hizo corta la noche gastronómicamente hablando, y fueron pocos los bocados probados. Pero así mismo como terminaba la fiesta de boda, dando cierre a meses de planificación, iniciábamos nuestra anhelada Luna de Miel, con miras al país de los “Charros”.
Ya para el 17 de Agosto habíamos llegado a la ciudad de Cancún, tan famosa por sus playas, como por su servicio, y su disposición para la atención de los miles de turistas que la visitan cada año.
He escuchado muchas veces que la cultura de un país se conoce a través de sus mercados de alimentos, y esa razón hizo que termináramos el mismo día de nuestra llegada, en pleno centro de Cancún. Allá donde pocos turistas llegan, por no ser una zona realmente turística, sino mas bien una zona residencial; nos encontrábamos Mafe y yo buscando aquel sitio. Llámese globalización, transculturización o como quieran llamarlo, vinimos a parar nada y nada menos que en “Wal-Mart”
Aunque con más semejanzas a los Makro de Venezuela, que a las de sus socios en tierras más norteñas, en este lugar encontramos innumerables sorpresas. La zona de verduras, hortalizas y frutas era una alabanza a los estándares de calidad en cuanto a perfección de colores, aromas, y texturas; los espacios de exhibición dedicados a los derivados del trigo y el maíz eran un gusto visual; la variedad de todo tipo de productos era una certeza de la libre empresa y el libre comercio; y la atención de cada miembro de esa organización era un garantía de que las cosas se hacen bien, porque ese es el deber ser.
De allí, llevamos los alimentos que consumiríamos a lo largo de la semana, gracias a que nuestra habitación contaba con cocina, horno, microondas y demás equipos, implementos y utensilios que hicieron que por 6 días ese fuera nuestro pequeño hogar.
Esta historia continuará…
La boda fue un evento gastronómico en sí mismo, pasapalos iban y venían, por aquí o por allá, quesos de todo tipo, berenjenas y pimentones de la Nonna, dulces y chocolates de la Sra. Leida; cada cosa con un sabor exquisito, que estimulo el paladar de todos los presentes.
Entre la emoción, los bailes, las fotos y demás; a Mafe y a mí se nos hizo corta la noche gastronómicamente hablando, y fueron pocos los bocados probados. Pero así mismo como terminaba la fiesta de boda, dando cierre a meses de planificación, iniciábamos nuestra anhelada Luna de Miel, con miras al país de los “Charros”.
Ya para el 17 de Agosto habíamos llegado a la ciudad de Cancún, tan famosa por sus playas, como por su servicio, y su disposición para la atención de los miles de turistas que la visitan cada año.
He escuchado muchas veces que la cultura de un país se conoce a través de sus mercados de alimentos, y esa razón hizo que termináramos el mismo día de nuestra llegada, en pleno centro de Cancún. Allá donde pocos turistas llegan, por no ser una zona realmente turística, sino mas bien una zona residencial; nos encontrábamos Mafe y yo buscando aquel sitio. Llámese globalización, transculturización o como quieran llamarlo, vinimos a parar nada y nada menos que en “Wal-Mart”
Aunque con más semejanzas a los Makro de Venezuela, que a las de sus socios en tierras más norteñas, en este lugar encontramos innumerables sorpresas. La zona de verduras, hortalizas y frutas era una alabanza a los estándares de calidad en cuanto a perfección de colores, aromas, y texturas; los espacios de exhibición dedicados a los derivados del trigo y el maíz eran un gusto visual; la variedad de todo tipo de productos era una certeza de la libre empresa y el libre comercio; y la atención de cada miembro de esa organización era un garantía de que las cosas se hacen bien, porque ese es el deber ser.
De allí, llevamos los alimentos que consumiríamos a lo largo de la semana, gracias a que nuestra habitación contaba con cocina, horno, microondas y demás equipos, implementos y utensilios que hicieron que por 6 días ese fuera nuestro pequeño hogar.
Esta historia continuará…
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