Mi incursión en el mundo de la gastronomía vegetariana ha sido progresiva y ha estado marcada por gratos aprendizajes y muy buenas experiencias.
Empecé por dejar todo tipo de carnes fuera de mis comidas. Si la preparación era arroz, ensalada y milanesas, únicamente mi plato incluía los dos primeros; lo que me enfrentó a la primera fase de este recorrido: El romper con el hábito.
Quizás es en esta fase, donde la mayoría de las personas, a las cuales alguna vez les ha cruzado por la cabeza la idea de volverse vegetarianos, se han quedado. En este momento son frecuentes las preguntas y afirmaciones siguientes: ¿Y es eso todo lo que vas a comer? ¿Dónde está el sabor? ¡Que aburrido se ve tu plato! Y la más difícil de responder y que más miedo da por sus apocalípticas consecuencias (según los detractores de este estilo de vida) es: ¿Dónde está la proteína?
Así transcurre la primera etapa: entre que evades las muchas preguntas cuyas respuestas no conoces, entre que no sabes que vas a comer si te invitan a un restaurante de carnes; mientras te encuentras aburrido de siempre comer lo mismo, o hasta pasas hambre por falta de ideas, y le haces contra a la guerra psicológica que te declaran quienes te rodean, para que te dejes ya, de una vez, de las ideas hippies y le metas un mordisco a la nalga de la vaca que quieren ponerte en el plato.
A partir de que se superan todas esas pruebas, se entra a la segunda etapa: La de la información. Empiezas a encontrar todo tipo de historias, recetas, anécdotas, y experiencias, que primeramente te dan valor para saber que no estás solo, y seguidamente te nutren de variado contenido para comprender que lo de la idea hippie, es más una cuestión de salud, ética para con los animales y conciencia sobre el planeta en que vivimos. Entre las informaciones te encuentras con los detractores, que en búsqueda de quien sabe qué beneficio, se aferran a infundadas excusas y razones para criticar el Vegetarianismo como alternativa para vivir y sentirse mejor, y te das cuenta de que ahora estás más seguro de haber tomado la decisión correcta.
Toda la cantidad de información que encuentras te lleva a la tercera etapa: La de la nutrición. No solo empiezas a alimentar tu cuerpo con lo que realmente necesita, sino que se abren un mundo de opciones, de productos, recetas y preparaciones que no son las que sabía tu abuelita, tu mamá, o las que te imponía la sociedad. Empiezas a hacer la alimentación parte de tu vida, porque ¿Qué más sagrado que dejar entrar un alimento a tu cuerpo? ¿Es que acaso no debemos ser así de cuidadosos con nosotros mismos? ¿No le tenemos pánico a nuestra muerte o la de los seres cercanos? Y algo tan importante y necesario como comer, que algunos tenemos la dicha de hacerlo 3 veces al día, ¿Lo vamos a dejar al azar o a la decisión de otro que probablemente por desconocimiento nos puede estar envenenando con sus productos llenos de químicos, hormonas y demás?
Esta bien que vivamos en un mundo globalizado donde el tiempo vale oro y no tenemos tiempo de andar preparando nuestras comidas. Pero me pregunto si ¿no es más fácil comerse una fruta o unos frutos secos, que hasta lo puedes hacer sin tener que despegarte de tu asiento de oficina, que bajar al McDonald´s o a cualquiera de sus equivalentes, de la esquina más cercana?.
En qué momentos perdimos la conciencia de que los alimentos son ¡nuestra fuente de energía!! ¿Por qué nos empeñamos en cuidar nuestro exterior, con cremas antiarrugas, rejuvenecedores y demás? Si nuestro combustible principal, nuestros alimentos, son de mala calidad.
Todo esto te lleva a la cuarta etapa: La de sentirte bien. Y es que no importa cuantas etapas, tiempo, procesos o promesas, te tome ser vegetariano. El vegetarianismo es una decisión que se toma cada día al sentarnos a comer. La información esta disponible y solo hace falta querer buscarla, para conseguirla.
Realmente el vegetarianismo es una decisión de vida, para y por la vida.
Empecé por dejar todo tipo de carnes fuera de mis comidas. Si la preparación era arroz, ensalada y milanesas, únicamente mi plato incluía los dos primeros; lo que me enfrentó a la primera fase de este recorrido: El romper con el hábito.
Quizás es en esta fase, donde la mayoría de las personas, a las cuales alguna vez les ha cruzado por la cabeza la idea de volverse vegetarianos, se han quedado. En este momento son frecuentes las preguntas y afirmaciones siguientes: ¿Y es eso todo lo que vas a comer? ¿Dónde está el sabor? ¡Que aburrido se ve tu plato! Y la más difícil de responder y que más miedo da por sus apocalípticas consecuencias (según los detractores de este estilo de vida) es: ¿Dónde está la proteína?
Así transcurre la primera etapa: entre que evades las muchas preguntas cuyas respuestas no conoces, entre que no sabes que vas a comer si te invitan a un restaurante de carnes; mientras te encuentras aburrido de siempre comer lo mismo, o hasta pasas hambre por falta de ideas, y le haces contra a la guerra psicológica que te declaran quienes te rodean, para que te dejes ya, de una vez, de las ideas hippies y le metas un mordisco a la nalga de la vaca que quieren ponerte en el plato.
A partir de que se superan todas esas pruebas, se entra a la segunda etapa: La de la información. Empiezas a encontrar todo tipo de historias, recetas, anécdotas, y experiencias, que primeramente te dan valor para saber que no estás solo, y seguidamente te nutren de variado contenido para comprender que lo de la idea hippie, es más una cuestión de salud, ética para con los animales y conciencia sobre el planeta en que vivimos. Entre las informaciones te encuentras con los detractores, que en búsqueda de quien sabe qué beneficio, se aferran a infundadas excusas y razones para criticar el Vegetarianismo como alternativa para vivir y sentirse mejor, y te das cuenta de que ahora estás más seguro de haber tomado la decisión correcta.
Toda la cantidad de información que encuentras te lleva a la tercera etapa: La de la nutrición. No solo empiezas a alimentar tu cuerpo con lo que realmente necesita, sino que se abren un mundo de opciones, de productos, recetas y preparaciones que no son las que sabía tu abuelita, tu mamá, o las que te imponía la sociedad. Empiezas a hacer la alimentación parte de tu vida, porque ¿Qué más sagrado que dejar entrar un alimento a tu cuerpo? ¿Es que acaso no debemos ser así de cuidadosos con nosotros mismos? ¿No le tenemos pánico a nuestra muerte o la de los seres cercanos? Y algo tan importante y necesario como comer, que algunos tenemos la dicha de hacerlo 3 veces al día, ¿Lo vamos a dejar al azar o a la decisión de otro que probablemente por desconocimiento nos puede estar envenenando con sus productos llenos de químicos, hormonas y demás?
Esta bien que vivamos en un mundo globalizado donde el tiempo vale oro y no tenemos tiempo de andar preparando nuestras comidas. Pero me pregunto si ¿no es más fácil comerse una fruta o unos frutos secos, que hasta lo puedes hacer sin tener que despegarte de tu asiento de oficina, que bajar al McDonald´s o a cualquiera de sus equivalentes, de la esquina más cercana?.
En qué momentos perdimos la conciencia de que los alimentos son ¡nuestra fuente de energía!! ¿Por qué nos empeñamos en cuidar nuestro exterior, con cremas antiarrugas, rejuvenecedores y demás? Si nuestro combustible principal, nuestros alimentos, son de mala calidad.
Todo esto te lleva a la cuarta etapa: La de sentirte bien. Y es que no importa cuantas etapas, tiempo, procesos o promesas, te tome ser vegetariano. El vegetarianismo es una decisión que se toma cada día al sentarnos a comer. La información esta disponible y solo hace falta querer buscarla, para conseguirla.
Realmente el vegetarianismo es una decisión de vida, para y por la vida.
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